A raíz del bochornoso escándalo de corrupción de Odebrecht, que estremece a todo el país, porque implica a servidores públicos, a reconocidos dirigentes políticos y por las gravísimas repercusiones que tiene este flagelo para el desarrollo económico, social, cultural y político de toda la Nación.
Ha quedado claro, la necesidad inaplazable de combatir la corrupción, en todas los ámbitos; desde las más altas esferas hasta lo más bajo del poder político y privado. Por ser la corrupción el problema político más grave que padece Colombia. Es tan grave este flagelo, que debería declararse la Emergencia Ética y de Valores Humanos; lo cual permitiría aprobar e implementar normas legales y sociales que impidan las prácticas corruptas y propicien la transparencia, hasta erradicar la corrupción definitivamente.
Desde hace muchos años, nuestro país presenta uno de los niveles más altos del continente en desconfianza en los Partidos y Movimientos políticos, en el Congreso y en general en todas las instituciones. Pues está comprobado que la corrupción es el principal enemigo de la confianza, del desarrollo y bienestar de los colombianos, ya que a mayor corrupción, menos educación, menos salud, menos vivienda, menos seguridad, menos empleo decente, etc. Luego, es un problema no sólo del gobierno, de la clase política y de dirigentes; es un problema mayúsculo que afecta a todo el pueblo y por lo cual, lo debe enfrentar y combatir toda la sociedad, es decir, un propósito común entre Estado y ciudadanía.
Infortunadamente hasta ahora, los Entes de Control han sido incapaces de combatir la corrupción con dureza y sin contemplaciones, y los Gobiernos han está limitado tanto en su voluntad política como en las herramientas que garanticen su eficacia y efectividad. Hay que recuperar la coherencia y armonía del comportamiento de nuestros dirigentes y gobernantes, porque algunos han preferido la adhesión sumisa al poder mediático, antes que defender con dignidad sus principios y convicciones ideológicas y políticas y solucionar los problemas de la comunidad.
Para la ciudadanos sería alentador ver que en el próximo debate político, donde se elegirá al Congreso de la República; todos los Partidos y Movimientos políticos se comprometieran con la idea de que el Congreso en el cual tienen representación legislativa con digna integridad extremando los mecanismos de control a la gestión pública, y no sólo eso, sino que recuperarían la confianza en las instituciones y cumplirían con entusiasmo sus responsabilidades con el Estado. Debido a que hay que interiorizar que la actividad política debe enaltecer y no envilecer a nuestros dirigentes. Aquellos Congresistas que no cumplan sus compromisos adquiridos, merecen el rechazo y repudio del elector.
En consecuencia, por ser la política una actividad que por esencia pertenece, es conexa e inherente a la condición humana. Todos y todas los ciudadanos tienen el derecho-
deber de participar activamente en la vida política, cívica, comunal, social y comunitaria del país. Así como en la conformación, ejercicio y control del poder político, conforme lo establecen nuestra Norma de Normas y las leyes vigentes. Por lo que nadie debe ser indiferente, apático, conformista, ni abstencionista; porque las decisiones que toman los dirigentes y gobernantes, afectan a toda la población. Se requiere entonces, dignificar el ejercicio de la política y el desempeño de los cargos públicos, procurando rescatar la confianza y el liderazgo perdido
Pero más que nada, deben fortalecerse las instancias de control social, porque son los ciudadanos quienes tienen en sus manos la posibilidad de transformar este maligno esquema de gestión gubernamental permeada por la corrupción. Ya que la corrupción y la politiquería, minan la credibilidad, la legitimidad y la confianza en las instituciones y dificulta el ejercicio de la democracia participativa, la gobernabilidad y la política. Los problemas hay que combatirlos mancomunadamente, si no lo hacemos en forma cohesionada, empeoran indiscutiblemente. Construyamos nuestro destino, cambiando de actitud, ya que las actitudes son las que construyen o destruyen el presente y futuro de los pueblos.
Autor: Benjamín Maza Buelvas.