Los viajes han sido parte fundamental en el desarrollo y la evolución del ser humano, y como tal se merecían ser tratados y analizados. Y es que cada distinto tipo de viaje perteneciente a una época de nuestra historia, aunque en ocasiones los fenómenos se repiten, y en los casos más modernos es la tecnología la que juega un papel fundamental en su desarrollo.
Nosotros humanos hemos sido nómadas durante muchos años, aunque esto cambiaba de sociedad en sociedad. Según el antropólogo Marvin Harris, viajábamos buscando calorías y proteínas para alimentarnos. Esto cambió cuando la cantidad de calorías y proteínas que obteníamos con la agricultura y la ganadería fueron mayores que las que conseguíamos viajando constantemente. Pero es hermoso pensar que vivíamos en un viaje eterno, explorando la tierra cuando apenas sabíamos nada de ella. De hecho, a día de hoy se estima que entre 30 y 40 millones de personas viven como nómadas, sobre todo en regiones como Mongolia, Kenia, Mauritania o Siberia.
Los viajes están presentes en nuestra historia desde el principio, y han vivido en el imaginario de la épica y la fantasía, tanto que se han plasmado en obras como “La Odisea” de Homero, el viaje de Ulises que duró 10 años entre conflictos con sirenas, dioses y gigantes. Los grandes viajes nos han ayudado a apreciar la estética, el sentimiento de lo bello, el nacimiento de la etnología o el concepto de estado de la naturaleza.
Además, los viajes pueden ser una expresión de desacuerdo con la sociedad: la migración que actualmente muchos jóvenes llevan a cabo en nuestro país es un ejemplo de ello. Son viajes a un destino concreto, con unos objetivos claros, marcados por la filosofía de nuestra época. También lo fue para nuestros abuelos hace más de medio siglo. El viaje como migración humana siempre ha sido una opción radical y típica de situaciones difíciles, y solo se ha llevado a cabo en ocasiones muy puntuales.
Dejo en último lugar al viajero más notorio de nuestros días: el turista. Hermes, dios griego de los viajes y patrón de la curiosidad y la mente abierta quizá piense en ellos cuando ve aviones llenos de gente aterrizando constantemente en todo el mundo. Conocer permite tener la mente abierta y aprender del extranjero, y al mismo tiempo ello nos permite reconocer las virtudes de nuestra tierra, como Ulises, que por mucho que viajara cada vez añoraba más su tierra, Ítaca.
Quizá sea cierto que aunque no seamos como las plantas nuestros corazones sí tengan raíces, algunos más que otros, anclados en la tierra en la que nacemos. O quizá sea solo una construcción mental, una defensa ante el cambio. La futura colonización de otros planetas, si logra llevarse a cabo, ¿nos separará del nuestro? Quizá dentro de diez mil años se lean relatos sobre la tierra y los primeros viajes espaciales, y recordemos nuestro planeta con nostalgia y belleza. Hasta entonces, disfrutémoslo.
Dedicado a Héctor Mora.
Por: Nena Botero de Giha
Gerente General Tourism Hotels Inmobiliaria.