Trascendental dejación de Armas

El pasado martes 27 de junio de 2017, fue un día muy significativo e histórico para seguir construyendo con firmeza y avanzar con pasos agigantados hacia el Bien Superior y Derecho – Deber Sublime de la Paz. Es trascendental la dejación de armas individual de las Farc y su próxima transformación en un partido político legal. Esta es una prueba fehaciente, de que el proceso de Paz va muy en serio y conquistará mayor credibilidad, legitimidad y confianza; si las partes van cumpliendo fielmente con los puntos del Acuerdo Final. Sencillamente, porque los acuerdos son sagrados y se firman para cumplirlos.

Es innegable, que lograr desarmar la insurgencia armada de la Farc, es un paso sólido hacia la reconciliación nacional, aunque ello no signifique la Paz estable, duradera y permanente. En total, los guerrilleros entregaron 7.132 armas de las cuales, solo quedaron unas 700 para la seguridad de estas zonas. Se espera que el próximo primero de agosto, el mecanismo de monitoreo de la ONU, del que también forman parte las Farc y el Gobierno, procedan a retirar de las regiones los contenedores con las armas depositadas. A partir de ahí, estas se usarán para construir tres monumentos en Colombia, Estados Unidos y Cuba.

Luego, si el Gobierno y la Farc, decidieron terminar la guerra, con el evidente apoyo de Cuba y Noruega como países garantes; de Chile y Venezuela como acompañantes; del irrestricto respaldo y verificación de la ONU, de las demás naciones latinoamericanas y de todos pueblos del mundo. Los colombianos y colombianas, no podemos ser inferiores al reto de lograr la Paz. Tenemos la imperiosa responsabilidad, de aportar nuestro granito de arena en la consolidación de este singular Proceso de Paz; participando activamente, exigiendo y promoviendo que haya mayor Democracia, Inclusión, Inversión y Justicia Social. Porque vale la pena luchar, por lo que vale la pena tener.

Es que han sido 53 años de angustia, miedo y sufrimiento; por efecto del conflicto armado interno en el país, con más de 500 mil víctimas mortales, 45 mil desaparecidos, 40 mil secuestrados. Más de 6 millones de familias desplazadas. Un presupuesto nacional insuficiente, con la excusa del gasto de la guerra. Con la Politiquería y Corrupción galopante y descarada, que va desde las más bajas, hasta las más preponderantes esferas del Estado; donde no se escapa ninguna institución gubernamental ni privada, incluida las más encumbradas. La Paz tenemos que construirla entre todas y todos, porque los buenos somos más: niñas, niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, discapacitados, adultos, adultos mayores, etc. El conflicto colombiano, como todos los demás, consumió recursos que hubieran podido invertirse en desarrollo armónico sostenible. Es decir, en Inversión Social y Humana.

Porque además, un país entregado a las salvajes multinacionales, con todas las prebendas, que no respetan en lo más mínimo los derechos humanos y nuestros recursos naturales, donde todo se ha privatizado. Y más de 8 millones de familias viviendo en la pobreza absoluta. Somos casi un Nación fallida. Es la triste realidad de un país, que aún no siente los tan anunciados cambios, que hagan brillar el destello de luz, en tan larga y oscura noche de guerra entre nacionales. No logramos asimilar, a pesar del respeto al derecho a pensar distinto; que ni el más insensible e incoherente colombiano, quiera que esto continúe. Ni siquiera se alegran por este gran acontecimiento mundial; al contrario, destilan odio y rencor. Por eso, hay que desarmar también los ánimos, las mentes y los corazones.

Es importantísimo que las personas que no se han apropiado de las bondades del Acuerdo de Paz, lo hagan a conciencia, sin dejarse influenciar ni engañar por mentiras, falacias y distorsiones de la realidad. Debemos cerrar filas en torno al apoyo al proceso de Paz, para diezmar el ánimo irreflexivo y guerrerista de Uribe y su CD, cuya explícita intención es cambiar o “volver trizas” el Acuerdo Final de Paz y ahora más que antes, cuando las elecciones de Congreso y Presidenciales se acercan y se perfilan como un segundo Plebiscito a favor o en contra de lo pactado en La Habana. Sólo para satisfacer sus ansias de poder y el temor de disminuir sus excesivos privilegios.

Por: Benjamín Maza Buelvas.

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