En Cartagena y Colombia entera, estamos inmersos en una democracia representativa y participativa, donde necesariamente se deja que unas personas representen los intereses generales del pueblo y los conviertan en decisiones públicas que afectan a todos y todas, tanto a votantes como a abstencionistas.
Pero la generalidad de nuestros gobernantes, no han sido educados para Gobernar en este país, ni en sus territorios. Porque se ha aprendido es haciendo, aplicando el método “prueba error y error corrección”, lo que ha resultado inmensamente costoso para nuestra sociedad. La mayoría de nuestros dirigentes y gobernantes, han reconocido haber aprendido el oficio, cuando se le ha terminado el período.
Los modernos políticos llamados tecnócratas, prefieren rodearse de personas expertas que conozcan a fondo cada aspecto a dirigir, ya que nadie tiene el monopolio del saber. Pero los gobernantes deben tener conocimientos generales de cada uno de ellos, no tanto como para calificarlos de “toderos”, pero sí de conocer en forma íntegra, completa e interrelacionada; todos los aspectos que debe manejar y no delegar el poder de decisión y la autoridad en sus familiares, amigos, asesores y subalternos.
La ciudadanía debe evaluar cuánto sabe un candidato del cargo que va a desempeñar. La falta de experiencia es un elemento que resta puntos, pues una cosa es aprender la teoría y otra muy distinta y necesaria la práctica. Sin embargo, es más grave cuando no tiene formación, no ha aprendido tan siquiera la teoría y se es un completo novato en el manejo de los asuntos públicos. Se corre riesgo de cometer un sin número de errores, generalmente irreparables, o simplemente delegar el poder en los Asesores. Es decir, “el poder detrás del trono”.
La cultura política en una sociedad depende, básicamente, de la claridad y sinceridad con la que hablen los políticos; del rigor y la independencia con que nos informen los Medios de Comunicación y Redes Sociales y, finalmente, de la intención que tengamos los ciudadanos para profundizar y discernir entre lo que unos y otros digan y se comprometan. Aunque la mayoría de los políticos tienden a mentir y manipular, es clave el papel de los Medios de Comunicación y, sobre todo, el que asuma la ciudadanía.
Así que, si la campaña es una Inversión y los candidatos y sus patrocinadores invierten y al final de la contienda hay unos ganadores y muchos perdedores, es pertinente preguntarse cómo se recupera la inversión y a quiénes beneficia. La respuesta es muy sencilla y por todos y todas conocidas: el desvío de recursos públicos, los convenios y la contratación amañada, la “favorcitocracia”, entre otras muchas. Aunque se insiste en criticar esas consecuencias, deliberadamente pareciera ignorarse la causa. No puede ser de otra forma, si la inversión es privada, los beneficios de la misma no pueden ser públicos, a no ser que nos topemos con candidatos multimillonarios de magnánimo espíritu altruista, que no jueguen las reglas del capital.
Un intento de correctivo, la financiación parcial estatal de las campañas ha sido un rotundo fracaso, pues en vez de igualar a los Candidatos lo que hace es destinar los impuestos para beneficiar a quienes más se benefician; otro intento, los topes de financiación de las campañas tampoco funciona, o será que todavía hay alguien que crea que esos topes se respetan, es voz pópulis que el Consejo Nacional Electoral, no ha impuesto aún una sola sanción por este motivo.
La solución no puede seguir siendo criticar las consecuencias, ignorando y perpetuando la causa, “buscando el muerto río arriba” dice el refrán. Mientras continúe la feria de los votos entre inversionistas y necesitados, sin que primen otros criterios, no esperemos resultados diferentes.
Elijamos y empoderemos al candidato que por su formación y trayectoria, inspiren la admiración de las personas, sin discriminación alguna, que posea una visión, convicción, compromiso, independencia, transparencia, autonomía o idea clara de los problemas principales que confrontan la sociedad y cómo solucionarlos.
Lo más inteligente por parte del elector es: votar siempre a conciencia por quien considere mejor opción o si no vote en blanco, pero vote, nadie se va a enterar porque el voto es secreto. Así muy probablemente contribuya a acabar con estas prácticas politiqueras y a desmotivar a sus patrocinadores.
Por: Benjamín Maza Buelvas.