El pasado domingo 17 de junio, la mayoría de los electores, eligieron al nuevo Presidente y Vicepresidenta de la República de Colombia. Pero los colombianos tenemos que reflexionar, discernir con mayor objetividad e imparcialidad; sin apasionamientos, sin mezquindades, sin egoísmos, sin celos infundados y con sensatez política; para hacerle el debido seguimiento, el control social, las críticas constructivas y propositivas; conforme lo estipulado en nuestra Constitución y normatividad legal vigente.
Porque gran cantidad de la ciudadanía, suele votar por simple emoción o mirando solo las formas, sin analizar el fondo y teniendo la convicción de lo que representan, cada una de las candidaturas presidenciales; ya sea el retroceso, o el desarrollo armónico y sostenible de la Nación. Por eso, no hemos venido acertando en la elección de nuestros gobernantes y representantes en las Corporaciones Públicas.
No podemos retroceder al pasado tortuoso de violencia y guerra. Ni dedicarse más que todo, a favorecer y privilegiar los intereses de los grandes empresarios, capitalistas, poderosos gremios económicos y multinacionales; disminuyéndole los impuestos y subiéndoselos a los pobres. Desconociendo y acabando con las pocas conquistas y derechos logrados por los trabajadores, pensionados y sectores populares, durante muchos años de lucha.
Por eso y muchísimo más, sería un grave error y horror, que el nuevo gobierno intente hacer trizas el Acuerdo de Paz y por el contrario, impulsar la inclusión, la inversión, la equidad y la justicia social; como basamento imprescindible, para la construcción de una Paz estable, armónica y duradera; que sirva para disminuir significativamente la falta de oportunidades y la desocupación reinante, que son motivante de los factores de desigualdad en la geografía del país. Por ello, la Justicia Social y la Paz, es un imperativo histórico y humano.
A pesar del debido respeto a la diversidad de pensamientos e ideas, no hay derecho, no se justifica, es inconcebible; que exista persona libre, consciente, coherente y consecuente alguna, que se oponga a la construcción colectiva de Justicia Social y Paz en Colombia. Y peor aún, es que exista gente del pueblo, indiferente o que lo secunde. Debemos estar convencidos de su trascendencia para alcanzar el progreso, desarrollo y bienestar del país; la pronta implementación del Acuerdo de Paz y la reconciliación de los colombianos.
No se requiere hacer tanto esfuerzo mental, para tener claro, que la más imperfecta Paz, ya es repetitivo, será siempre muchísimo mejor, que la más perfecta guerra. Por lo que no debemos apoyar y fomentar el regreso a la violencia y a la guerra fratricida. Saboteando el proceso de implementación y las funciones de la JEP principalmente. Porque estemos convencidos que los únicos que van y mueren en la guerra son los hijos de las clases populares. Son las mayores víctimas. Nuestro país no debe seguir con tan desastrosa polarización, como si en Colombia los demás, fuésemos bobos, incautos e ignorantes. Urge desarmar los ánimos de la gente, porque la vida es inviolable y sagrada. La Paz es un Bien Superior y un Derecho- Deber de cada uno de los compatriotas.
Así que pensémoslo bien y apoyemos lo que quiera, necesite y merezca el país. Porque la guerra, significa violencia, desplazamiento, rencor, odio, destrucción y muerte, o la implementación del Acuerdo de Paz, que significa construcción y vida .Después no se lamente en los tertuliaderos acostumbrados. Será demasiado tarde. Y no olvidemos jamás que: la Unión, la Organización y la Acción, es la mejor Solución.
En fin, necesitamos exigirle al nuevo Presidente, a todos sus asesores y al gobierno próximo a terminar, que se requiere diálogo y concertación, para lograr el cumplimiento del Acuerdo de Paz y diseñar todas las políticas públicas y estrategias indispensables, para disminuir los males de la población y enrumbar al país por el camino correcto. No hay espacio para aplazar más, el Bienestar del pueblo.
Por: Benjamín Maza Buelvas